2 de mayo de 2022

El teatro negro de la mente.

 A veces se me llena el pecho de casi nada. Y esa nada es apabullante. A veces mi ser está lleno y mi mente nublada. A veces mi mente vuela y mi cuerpo adormilado. Lo que muchas veces me funciona es intentar apagar el mundo y detener mi mente y dejarla en negros. A veces funciona, pero nunca cuando hay cosas tan feas como impuestos y deadlines de por medio. Me pone nerviosa todo. Me pone nerviosa desperdiciar un segundo más de mi tiempo. Me gustaría saber cuando voy a morir, pero si lo sé, no podría disfrutar ningún momento más jamás. Qué fácil es aguadarse. Qué fácil es pensar en el final, en el no futuro. Lo difícil es controlar el cuerpo, la mente, los delirios y las nubes grises internas. Lo difícil es encontrar ese teatro negro de la mente, que viene con todo y es a la vez nada. Es la pausa perfecta. El reset. El suspiro inagotable e imprescindible. La calma. El roncar de los demonios. De las nubes densas. El ritmo melódico de los pulmones. El calmado desliz de la sangre. Las venas que cambian de temperatura. Las que no duelen. Las que se llenan. El tinitus que se desvanece. La venganza del recuerdo inevitable. El respiro. El latir más lento. Ojalá. Todos los pensamientos aislados, encimados, abandonados. La siesta de la mente. El cuerpo que existe. Algo nuevo dentro de lo viejo. Despertar sin pánico. 


Silencio. Todos los animales callan. Se viene el final.