2 de mayo de 2022

El teatro negro de la mente.

 A veces se me llena el pecho de casi nada. Y esa nada es apabullante. A veces mi ser está lleno y mi mente nublada. A veces mi mente vuela y mi cuerpo adormilado. Lo que muchas veces me funciona es intentar apagar el mundo y detener mi mente y dejarla en negros. A veces funciona, pero nunca cuando hay cosas tan feas como impuestos y deadlines de por medio. Me pone nerviosa todo. Me pone nerviosa desperdiciar un segundo más de mi tiempo. Me gustaría saber cuando voy a morir, pero si lo sé, no podría disfrutar ningún momento más jamás. Qué fácil es aguadarse. Qué fácil es pensar en el final, en el no futuro. Lo difícil es controlar el cuerpo, la mente, los delirios y las nubes grises internas. Lo difícil es encontrar ese teatro negro de la mente, que viene con todo y es a la vez nada. Es la pausa perfecta. El reset. El suspiro inagotable e imprescindible. La calma. El roncar de los demonios. De las nubes densas. El ritmo melódico de los pulmones. El calmado desliz de la sangre. Las venas que cambian de temperatura. Las que no duelen. Las que se llenan. El tinitus que se desvanece. La venganza del recuerdo inevitable. El respiro. El latir más lento. Ojalá. Todos los pensamientos aislados, encimados, abandonados. La siesta de la mente. El cuerpo que existe. Algo nuevo dentro de lo viejo. Despertar sin pánico. 


Silencio. Todos los animales callan. Se viene el final.

9 de abril de 2022

Cornelia, la veterinaria.

 Hoy fui a la veterinaria como hace un año con Satanás. Casi un año después. Un día antes del último día que fui a la veterinaria con Satanás. El clima es parecido, y la espera un poco larga, otra vez. Al fin pasamos y la veterinaria checa a Sofi, le checa los ojos, y a Satanás también le checaron los ojos, y en eso ya no puedo más de tantas coincidencias. Tengo un nudo en la panza y se lo digo a la veterinaria, y cómo ahí hace un año se me fue mi Satanás. Y me pregunta si no fue ella quién nos atendió. Si no fue un perrito blanco. Si no venía yo con mi novio. Si no nos salimos afuera a que le diera el sol y a ponerle la primera inyección. Sí, sí fuimos nosotros. Nos recuerda perfectamente, porque se notó en nosotros ese shock, esa noticia tan inesperada. La mayoría de la gente se lo espera, pero nosotros no lo esperábamos y nos costó mucho creerlo. Hace un año todavía se usaban cubre bocas y nadie tocaba a nadie, y yo por eso no la pude reconocer. Pero vi su mirada y creo que sí recuerdo, entre lágrimas, lo profunda que es, ese color azul rayado con gris, con la pupila dilatada. Y me dijo aquella vez que le gustaría abrazarme pero no lo hizo. Y yo le dije que le he querido dar las gracias por lo amable y comprensiva que fue al dejarnos tomarnos el tiempo para despedirnos a Satanás y sacarlo al solecito. Y las lágrimas se me salieron hoy. Y corrió a abrazarme. Y me abrazó al fin y le agradecí al fin y pude llorar como quise llorar hace un año en la veterinaria. Nada reconforta, ni eso me hubiera reconfortado, Ákos me abrazó mucho también ese día, no me faltaron abrazos, pero un año después, ese abrazo sí me llenó de algo. De mucho. De un círculo que se cierra. De Satanás existiendo tan fuertemente aún después de no existir por casi un año. De cerrar tan perfecto. Coincidencias que completan mi vida. Que me dejan con un placer como un piano que fluye y fluye en una enramada sentimental mientras camino fuera de la veterinaria en cámara lenta, con los dos perros con el pelo volándoles, y mi pelo volando sin gorro, y llegando a la parada del autobús con muchas sensaciones al mismo tiempo, queriendo explotar suavemente, guardando ese momento para mi nomás, el momento de recordar a Satanás, sabiendo que no era su último momento conmigo. Sí físicamente pero ya siempre está ahí adentro de mi cuerpo, corriendo por su pelota, durmiendo y llenándome de pelos mis órganos. Hoy hace un año, salimos a dar un paseo muy hermoso con Satanás. Y hoy es el último día que puedo decir eso. Y está bien. Los espacios siguen y la vida sigue y el tiempo sigue. Y así va. Me calmó el abrazo de Cornelia. Me hizo sonreír por dentro y minutos después por fuera. Me exprimo los ojos, pero también me sacudo un poco, ligero. Ligera, inundada en mis recuerdos, en mis coincidencias, en tanto amor. En Satanás. Mi infinito amor.


8 de abril de 2022

Tuve un bosque de cardúmenes volando en materia oscura.


La gente me pregunta si estoy bien. No sé cómo responder a eso. Nunca se está completamente bien, y cuando se está, hay una cierta incomodidad de que todo esté bien que anula el estar completamente bien. Pero uno siempre dice que sí. Aunque no. Aunque sí e inmediatamente no. Nadie lo cuestiona bien. Pocas personas realmente se interesan en cómo estás, se preguntan qué tanto es el porcentaje que no lo está, las causas, las razones. Uno quiere saber lo malo que ocurre con las personas que más quiere. Lo bueno también pero lo malo, si realmente quieres a alguien, te afecta también y te duele. Y lo sabemos y aún así, seguimos diciendo que estamos bien, siempre.

Pero hoy no estoy bien. Para nada bien. Se acerca el día en el que se termina para siempre el poder decir que hace un año, todavía estaba Satanás conmigo. Él fue mi mejor amigo, más que amigo. Es la relación más profunda que he tenido en mi vida. Me duele en el cuerpo que hace casi un año que no nos vemos, que no siento su amor, su mirada, su lengua. Que no escucho sus suspiros. Me enseñó muchas cosas y estoy lejos de ser como él, pero pensar en lo guerrero que siempre fue es lo único que me motiva para cualquier mínima cosa últimamente. Caminar para llegar a casa. Hoy me está costando hacer cualquier mínima e insignificante cosa. Puse a calentar una coyota y se quemó. No hay gran ciencia en poner a calentar una coyota en un comal. Fracasé. No me he quitado la pijama ni he puesto jabón a la lavadora llena de ropa sucia. No prendí las luces cuando oscureció y solo escuché música y ni las lágrimas me limpié, las dejé fluir, las dejé salir con todo y las bocanadas del llanto. Ya no está para limpiarme las lágrimas. Lo extraño bosques y mares y espacio exterior. Lo extraño materia y energía oscura. Mi conexión con todo, con el amor, con el más inmenso amor. Nada se compara y nada lo reemplaza. Los perros no saben qué hacer conmigo. Yo no sé cómo explicarles. No hago absolutamente nada. Estas costillas me encerraron por completo, me encarcelan en mi propio sentir. Faltan dos días para que se cumpla el plazo y todo regresa.

Y todo me recuerda a él. Y nada detiene al tiempo ni a la fuerza con la que vuelve la tristeza.