25 de abril de 2011

Ay, los japoneses.



A veces siento que no entiendo nada. A veces me cuesta decidir cosas simples como si quiero comida japonesa o italiana. A veces todo está claro. Cuando pasa eso, no hay necesidad de electrocutarse o de sentir ganas de aventarse por la ventana o celos. Pero muchas veces sólo se está lleno de dudas y sospechas.

El otro día nos vimos, gracias a un mensaje que salió de mi celular. Nos confesamos eso que siempre sospechamos aunque dudábamos también. Que yo le gustaba desde que eramos chiquitos. Que a mi siempre me dió morbo. Que me tomaba de la mano y me abrazaba cuando jugábamos escondidas. Yo no me acuerdo de tanto. Lo cierto es que no tenemos absolutamente nada en común, mas que ese morbo del tiempo y una historia imposible. Duerme demasiado. Y no sólo de noche, en su vida diaria, en su vida entera. Yo no soy tan angustiada pero me muevo mucho más. De ahí la primer destacable diferencia. Me desespera y me tranquliza que jamás habrá mayor vínculo entre él y yo.

Hoy ví un corto de un hombre murió el año pasado. Me gusta ver vínculos en los trabajos de las personas. En cosas que crean. Jamás veré algo más de él. Qué raro ni siquiera imaginarte cuando tu trabajo es el último. Pensar en que puedes hacer algo después. Ya no. Así de pronto. Sin sospechar. Tal vez yo ya fabriqué el último. Lo dudo como todos dudamos. Como si nunca nos fuéramos a morir.

Tuve un novio japonés hace unos años que me decía "mi reina" y desapareció completamente, así de la nada. Sospecho que se murió, porque tampoco nuestra amiga japonesa en común supo más de él. Y no hubo más que sus últimas palabras con deseos de verme en dos o tres días que llegaba de su viaje. Jamás supe más.

En los últimos dos días repetí comida japonesa dos veces. Una con alguien a quien extraño y me extraña, que me provoca cosas impensables y me cambia el ritmo cardíaco cada vez que lo veo. Otra con una amiga, una rica plática, whisky y una galleta de la suerte que decía: No deje que la duda y la sospecha entorpezcan su progreso.

Escuchando a Kraftwerk otra vez y cambiando dudas por certeza de que no voy pronto a Japón, ni a salvar delfines ni a obtener milisieverts, pero con la sospecha de ir algún otro lugar y el deseo grande de no dormir en el proceso.

5 de abril de 2011

Melange.


Me sorprendí, aunque no era inadvertido, cuando una mujer rubia me presumía lo buen doctor que es él, porque ya le había operado párpados, naríz, boobies, estómago y nalgas. Sí, se le notaba lo exageradamente bueno de su cuerpo en contraste con la flacidez de su piel y la edad que estaba rechinando con un freno de mano autoinducido. Me vió de arriba a abajo y me dijo: "Pues ahora sigues tú!" - ¿Yo? - me pregunté sarcásticamente. Me dió lástima y me reí, pero no le dije nada. Su esposo por otro lado, me tomó por la persona que "nuncavoyavolveraverenmividayaquienpuedoconfiarcualquiercosa" se floreó en celos al decirme que las mujeres se enamoran de quien las hace bonitas mientras ella admiraba esculturas desnudas con el doctor y se hacía la que no escuchaba. Estábamos a menos de metro y medio. Cuadros de desnudos perfectos. Nalgas de Da Vinci. Espejos gigantes. Sillones de piel. Un DJ que se contrató sólo porque la descripción de sus mezclas "sonaba muy cosmopolita". Risas extra nice. Pelos extra peinados. Tacones y corbatas. Estábamos en su consultorio. En la inauguración. Yo, que lo he visto hacer injertos de piel a un electrocutado, también tengo la impresión que es un buen doctor. La cirugía plástica y las muchas caras que conocemos. Pero me sentía inadaptada. Completamente incómoda. No entendí porqué me decían tantas cosas (porque me siguieron diciendo tantas cosas). Me empiné el vino, me despedí y salí huyendo.



Saqué la ficha 18, la 79. No sé porqué siempre se me graban los números de ficha que saco para cualquier cosa. Ya sabemos como funciona la mente de raro. Pero he visto a 3 máximos exponentes en cosas que me importan en la vida aunque ni lo han de saber. Juntos, improvisando algo. Sin querer. Países y continentes distintos, y la música y yo en común. Me he recargado de energía. Muerto de calor. Espero no volver a esos lugares. Al menos ni a la veterinaria, ni al consultorio. Ni a los errores de antes. Aunque no hay sospechas y los días siguen igual, y todo se mueve para el mismo lado. Sé para donde más o menos voy, aunque no tengo idea qué hay allá. Y cuando a veces veo a alguien lindo que me cuenta algo, puedo no escucharlo sólo por estarlo examinando detalladamente, sus ojos, su boca, su voz. Y después me meto en problemas.