30 de diciembre de 2011

Último repasón.

Nadie vivió lo mismo nunca. Si a alguien le interesara, este es un resumen de un año con poco respiro descrita en detalles.

Las tormentas blancas y silenciosas. El viento que ie congeló las manos. La muerte de mi abuela en el metro. El último cigarro, las lágrimas y la nieve. Los gigas, el inglés, los filtros, las noches profundas. Judíos ortodoxos, Manhattan, Brooklyn. El lente descalibrado. Reveladas, corridas, sudadas, grabadas, filmadas. Pocos descansos, muchas risas, algunos pedos. Cantar todas las canciones del radik con la misma letra. Al desierto, la frontera, las pistolas, los migrantes. Un México descalibrado. Pipopes. Norteños. Burritos. Life is hard in the campo. Fin de rodaje, el primer largometraje y despedidas en el aeropuerto.

Pruebas interminables de cámara. La enfermedad de mi madre y mis manos oliendo a revelador. Los súbitos sucesos con mi casa y sus habitantes. Viajes de mi corto por el mundo. Cohabitar y viajar con él, Neu!, los ventiladores, el piso frío, Fred Frith, el metro, Residents, los tacos de chile relleno, el hígado encebollado, mañanas con café de codo, Kevin Drumm, andar en calzones, Zbig Rybczynski. Quesadillas frías, máquina de destrucción pasiva, botellas de tequila, perro despertador aventado en la cama. Las tormentas, las exposiciones, las clases particulares, la depresión. La boda 50 de mis padres. La complicidad, un asalto a mano armada y el cigarro gratis, la lluvia, la madrugada. Dejar una casa vacía. Regresar. Dormir en el aeropuerto.

Aeromozas, trenes, países, autobuses. Berlín. La bicicleta, las clases, las inolvidables deliciosas tardes en el parque. Los vodkas chiquitos, el canal, los domingos, los amigos nuevos, entrañables. La ventana, la lluvia y cuatro piernas juntas. La máquina de dar toques. Una cámara de 10 euros, el alemán, el Spreewald y el placer de una vida perfecta. Filmadas, reveladas, pedaleadas, salchichas, rosé, desayunos, proyecciones, toboganes y más parques. La casi muerte, las tripas tiradas en el atlántico. Trabajar. Enviar paquetes. Más allá del clonazepam. Cenas preciosas que dan dolor de cabeza. Euros, chocolates, cervezas, hígado. Pasear en moto. Las terribles despedidas de gente, de continente.

Estar homeless, escalar como terapia. Un primer corte. El viaje gratis, el pánico escénico, los whiskies previos, la cena de Rosh Hashaná en casa de un gerente de Bank of America. Más reveladas, corridas, sudadas, decepcionadas. El séptimo sello del año en mi pasaporte. Sus novelas y los contados, nerviosos encuentros. Un cumpleaños tranquilo, hermoso, silencioso en traje de baño. Skype. Colaboraciones extraordinarias. Historias desgarradoras de cerca. Los desaparecidos y las visitas al semefo. Filmar, finalizar beca. The Caretaker. La ansiedad, depresión, enfado irradiado. Soledad autoinfringida. Enfadar a los amigos. Insomnio, pesadillas, sueños recurrentes. Mi fin de rodaje, el último y final revelado, escaneado. La entrega de un año entero en una estación del metrobús.

Sonreír por haber vivido en mis tres ciudades favoritas del mundo. Los perros, el departamento, fedex, aduana y los impuestos. El bosque y la desmotivación. Terminar, terminar, terminar. Las ganas de que pasen los días, las semanas, los meses y ver si algo sirvió de algo.

22 de diciembre de 2011

Último tren.

Cada diciembre se multiplica el nivel de alcohol, crimen, objetos inútiles y narices rojas. Como si pagaran por hacer, consumir, robar y comprar. Inútil también es preguntarse para qué. La cosa es que la cautela también aumenta y si se te hace poquito tarde despidiéndote de una conversación medianamente interesante, te toca subir al último tren que te lleva a casa y ni modo. Eso me acaba de suceder y me encontré con varias peculiaridades a dos días de los millones de bacalaos y pavos muertos, rellenos, servidos. Un hombre iba borrachísimo y vomitó la entrada. Un doctor se sentó junto a el sin darse cuenta. Y apenas la primera de diez estaciones. Cada vez aumentaba la gente y el olor hasta que se subió un enano refunfuñón y se paró adelante de mí y sacó de su mochila un perfume barato y se echó y les echó a los que estaban a su alrededor en los cinturones, botones de las camisas. Y claro, el olor mezclado, evaporado, justo a mi naríz. Me pregunté como no hay multas por producir olores que pueden provocar náuseas. Después suben personas sudando alcohol, todos patinando en el vómito, una señora vestida de Santa Claus, un policía, un adolescente borracho que atrapaba su mano en la puerta y yo cada vez más abrigada en gente, tocando nalgas, leyendo libros de cabeza, rodeando cinturas, respirando pelo, escuchando toses, otra fragancia fuerte, dulce, barata y no vamos ni a la mitad. Sólo pienso en salir corriendo de ahí, pero es el último tren y nadie se baja, al contrario se siguen subiendo. Y el hombre vomitado dormido, pegándose. Y todos sobándonos, oliendo. Y el conductor frenando, moviéndonos. Como seguro se sentirá estar en una olla de pozole hirviendo.

Finalmente salí y la gente se revolvió toda y me continuaron una conversación rarísima. No corrí como quería, nadie me siguió, y quizá ni era ese el último tren.

6 de diciembre de 2011

Libros y cadáveres.

Cualquier párrafo, sonido, palabra, pensamiento, beso, llamada, están provocándole quassi-explosiones a mis venas gordas y calientes. Es algo parecido a una prisa por dejar de sentir cualquier cosa, todo. Avant-Zukunft en el nivel más personal. Me siento como un animal rabioso con los ojos tapados perdido por un bosque plácido y desnudo, tropezándome con pantanos exquisitos, rasguñándome con las ramas pulmones y cayéndome a los hoyos obstáculos. Altas y bajas entremezcladas, carencias y abundancias de todo. Al mismo tiempo deseando que nunca me destapen los ojos, pero ya escucho a los humanos venir por mí, armados hasta los dientes para cazarme y meterme por la fuerza a un mundo donde no hay hiperactividad, ni trabajo, ni rollos, ni árboles, ni pantanos ni pulmones ni obstáculos. Pero no me van a matar. Me van a dejar vivir las vacaciones más aburridas y sádicas del mundo, con los ojos destapados mirando, leyendo las noticias de los nuevos muertos.

Pero ver las noticias entretiene mucho, con todo venas hinchadas, es casi como leer un libro eterno. ¿Dónde y cómo y cuando se irá a acabar?

El título de este post es por las faltas y abundancias entremezcladas que pasan todo el tiempo, más últimamente acá. Hay tantos y faltan tantos de los dos... , como dijo un letrero de esa librería que se ha puesto de moda aunque no quiera mencionarla: si la letra con sangre entra, el país debe estar leyendo mucho.

Recomiendo, salir a los parques a respirar y dormir una siesta, levantar las piernas para que baje la sangre o caminar por el parque con los ojos tapados.


28 de noviembre de 2011

Gigante ilusión.

La dulce acidez y las palabras de alguien que te escribió después de esa segunda vez que se fue:

oye, esta bien decirle a alguien
que tengo muy pocas cosas claras en la vida,
y que ese alguien es una de esas cosas?

y contestaste que sí, muchos años después del: hola de dónde eres? y no despegarse y estar existiendo juntos todo ese año, cuando te traía sandwiches de queso a la escuela, te acuerdas que a todo decía sí, vamos, y pasar por él, huyendo, corriendo de la mano, metiéndose al cine, a fiestas random con muchos costales llenos de carcajadas dementes y que funcione la cosa y que centrifuga, pero uno es lento y las tripas, y no hubo suficiente tiempo y vive en otro lado, y la distancia lo corta y lo manda al cajón de las cosas inconclusas en la vida, pero somos amigos y nos olvidamos de los terribles momentos borrachos peligrosos y de tantos días que no se aprovecharon porque no se empató el momento con el espacio porque un día vienes y nos vamos al aeropuerto a ver aviones acostados en el cofre y vino y labios morados y nos acordamos de lo bien que se siente estar juntos, todo el día yendo a todos lados, y los intensos momentos de despedirse otra vez y en el último minuto decir que hay amor y que si te piden que te quedes te quedas pero luego tienes novio y quieres decirle que se quede pero amas a tu novio y no dices nada, pero no quieres que se vaya pero ya se va el autobús y te quedas como idiota diciéndole con los ojos quédate y con la boca nada porque tu cerebro se partió en dos y subirte al autobús y todos queriendo no estar donde están y no pensar en quien piensan y es imposible porque arrancó el autobús que va a otra ciudad, a otro país, y tu corazón roto yéndose y desde lejos todos los mensajes, el internet peligroso y borracho, los mensajes de estás bonita y la cruda moral, las mariposas latentes, tu novio y tus ganas ahogadas de decirle vente y no saber que pasarían tantos años y nada y todo para que ese novio te arrancara el corazón meses después y tomaras el avión internacional porque estás triste y sólo quieres verlo a él, tomar toda la cerveza con él, huir otra vez con él, y vomites en su cocina después de besarlo por primera vez, y otra vez darte cuenta que sigues en el mismo cajón con las demencias desempatadas, y que él está en otro de besarse con otras, ahora mi corazón roto, voy, ven, te vuelves a ir, ya no regresas, ya te fuiste, ya no te dije, no sentí ya, ahora lo siento, pasan más años, en el futuro no pasó nada, skypeamos, engordamos, envejecemos, no existes, ni existo, sólo cada cuando, cada tal o cual año sin saber mucho, nada y ya se acaba la historia hasta que recuerdo las carcajadas dementes y los planes de entrar a bodas ajenas a bebernos el vino y embarrarnos su pastel, agarrarle nalgas tetas a los novios y salir corriendo, todas esas políticas de estado que inventamos y ya ni limones invisibles en los ojos hay, no, es que las historias más bonitas son siempre muy bonitas, muy prometedoras, empiezan tan poderosas pero terminan tan débiles, siendo olvidadas y acaba uno olvidándose de todo, hasta de lo bonito, hasta del color exacto de tus ojos, de tu mail, del manifiesto de la secta post-apocalíptica de los drones, de la letra de canciones de José José, de que hace mucho te gustaba una sueca, que usabas barba y no bigote, de la cara del hombre nazi que hacía los sandwiches más ricos de todo el universo, y de aquel año nuevo en que no terminó el mundo.

Cita:
Barbour argues that "we live in a universe which has neither past nor future. a strange new world in which we are alive and dead in the same instant. in this eternal present, our sense of the passage of time is nothing more than a giant cosmic illusion..."


11 de noviembre de 2011

DHL

Recibí un paquete que no sé si es el fin o el principio de algo.




Este año he estado enviando cosas análogamente y ya recibí una, qué bonito. Los amigos que mandaban cosas regularmente están ocupados con sus hijos. Este remitente se ha hecho ya la vasectomía, quiero creer.


3 de noviembre de 2011

Mente, ruido y trayecto.


Desde el palco de un camión a la hora pico se ven las piernas de las personas, los bebés acomodados en el asiento de atrás, panzas tocando el volante, rodillas tocando la palanca, los dedos jugando, cambiándole al radio, cinturones desabrochados, escritura de mensajes en celular, los bostezos, el fastidio de ir solo y tarde en un auto, ambulancias que no pueden pasar, algunas groserías, algunas miradas perdidas, la definición de vuelta de rueda, mientras de fondo, entre el ruido, conversaciones cortadas.

Cuando se está entre mucha gente se escuchan pedazos de la conversación. "... y que sale corriendo y preguntan que donde estaba, y yo rápido me adelanté pues, para que no se dieran cuenta que..." ó "... entonces porqué me estás diciendo eso, le dije, ¿no habíamos quedado en otra cosa? y dice no, lo que pasa es que..." .

En todo eso que es nada hay mil historias posibles. Y muchas se ametrallan en la mente en blanco del receptor, en este caso yo y me entretiene aunque tengo que surfear un poco entre los mofles ronroneadores que forman la sinfonía del ruido horrible.

Pero sucede que el noise (la música) y el ruido en exceso me ponen la mente en blanco como la meditación. Y el theremin es un instrumento que me gusta mucho y lo uso de pretexto en este texto para recomendar a Clara Rockmore.

PD- decir "lo que pasa es que..." me parece de las escusas más terribles y baratas que hay.

21 de octubre de 2011

Pensé que eran cuetes, pero era la puerta con el viento.

Desperté triste y ví una bonita película que me hizo llorar.



Hace tiempo que me he siento como un personaje de alguna película de Kieslowski. Todos los días por ejemplo, cocinando en silencio, de noche, con luz indirecta, sentándome, comiendo junto a mi perro, quedándome un rato viendo la pared, pensando que me hace falta vivir en un edificio alto y tener una ventana gigante que de al edificio de enfrente donde alguien me espíe. Duermo casi en la calle, pero nadie me ve nunca. Los veo pasar, incluso he estado con la puerta / ventana abierta, grabando los sonidos de la gente pasar, y no me ven. Qué raro.

Como dijo Beth Gibbons, "... but this loneliness, it just won't leave me alone."

12 de octubre de 2011

Yo aislada.

Yo la verdad, si quisiera vivir un tiempo en una isla.
Aunque haga frío.

5 de octubre de 2011

Tormentas aisladas.

Puedo llamarla telepatía para no hablar de celos pequeños u otras estupideces. Pensaba en cómo funcionan nuestras antenas. ¿Es intuición o qué? A veces nos avisan cosas terribles, que ¿cómo saber si creerles? Muchas veces aciertan. Y a veces -optimístamente- pasan cosas hermosas como soñar con alguien que te está escribiendo en ese momento, o encontrar a una persona sin tener direcciones ni idea de donde está, o sentir que va a pasar algo que poquito después sí pasa. Eso existe. Es nuestro lado animal y lo tenemos mareado por tantas ideas y palabras que nos han llenado esa pequeña parte del cerebro que usamos. Qué ganas me dan de ser más animal para salir a la calle a ver qué encuentro. También para tener ese tiempo libre que tienen ellos y acostarme en el pasto cuando se me de la gana. En lugar de eso voy a seguir trabajando y teniendo que saber cuando haya alguien pedaleando mi bicicleta.



The most powerful instinct of man is to be in conflict with
truth, and with the real.

--Jean Baudrillard, "Radical Thought," 1995

2 de julio de 2011

Vámos.

Una mudanza de casa, de ciudad, de país, de gente. Así de pronto e inesperado como un portazo en la cara. Como la maquinita de toques que ayer estuvimos armando y que aún no funciona, pero de pronto, seguro, nos va a dar el putazo de toques de una. Ya no tendré casa y sólo pienso en conseguir bici, celular, ubicar el súper y los salones de clases. Esta necesidad de antisedentarismo está volviéndose cosa de cada año, parece. Y aún así, aunque no dure tanto, no me veo satisfecha nunca y eso es porque nunca me voy por completo a dejar de existir. Siempre es más emocionante el estado "a punto de irse" que "a punto de volver". Yo siempre quiero estar a punto de irme. ¡Cuanta violencia se encuentra uno en su propia estabilidad!

Ahora que está mi amigo chileno aquí, recuperé una novela llamada Ayer de Juan Emar, que me recomendó él mismo en su país en 2005, y en la que cada capítulo termina en:
- ¿Vámos?
- ¡Vámos!

26 de junio de 2011

Inbox con ritmo.

Rayos y cigarros.

Mi color favorito en el cielo es el gris oscuro. Si hay rayos mejor. Si hay olor a lluvia mejor. Si hay lluvia mejor. Mojarme en la lluvia es una de mis actividades favoritas. Me gusta el sonido de los tubos de agua viejos. Me gusta sentir el agua helada en mis manos. Me gusta abrir la boca y que me caigan copos de nieve. Me gusta patinar en hielo. Me gusta beber agua. No me gusta tener pánico al agua. No me gusta no poder hundirme y ver cardúmenes. Pero el agua que viene, que cae, me mata. Anoche convencí a un asaltante a punta de cuchillo del tamaño de mi antebrazo de que traía pura basura en mi bolsa. No se llevó nada mío. Ni mi celular ni mi cartera. Algún día decreté que yo podría convencer a algún asaltante de no robarme, y sé que sólo se me hizo realidad porque me tocó un pendejo. Pero el otro sí traía pistola, cargada y todo, apuntando a las piernas y sí se veía más bravo y sí logró obtener mucho más de él. Aventó las llaves del auto. Nos fuimos y después de cancelar tarjetas y deletrearles cosas a los policías que las gotas de lluvia destruían sobre su libreta de tareas, caminamos para comprar unos cigarros mientras caían más y más gotas. Nos mojamos y de 4 ó 5 lugares que fuimos, nadie nos aceptó la única tarjeta que no robaron, la mía. Hasta que fuimos a un Oxxo y nos formamos atrás de un borracho que le gritaba al cajero de ojos rojos y almohada marcada en la cara y nos contó un partido de fut y nos pichó la cajetilla por haberlo escuchado. Un cigarro a las cuatro de la mañana con sonido de lluvia y la conclusión de que nadie necesitamos nada y que deberíamos tirar todo a la calle para que se lo roben.

Rock.

25 de abril de 2011

Ay, los japoneses.



A veces siento que no entiendo nada. A veces me cuesta decidir cosas simples como si quiero comida japonesa o italiana. A veces todo está claro. Cuando pasa eso, no hay necesidad de electrocutarse o de sentir ganas de aventarse por la ventana o celos. Pero muchas veces sólo se está lleno de dudas y sospechas.

El otro día nos vimos, gracias a un mensaje que salió de mi celular. Nos confesamos eso que siempre sospechamos aunque dudábamos también. Que yo le gustaba desde que eramos chiquitos. Que a mi siempre me dió morbo. Que me tomaba de la mano y me abrazaba cuando jugábamos escondidas. Yo no me acuerdo de tanto. Lo cierto es que no tenemos absolutamente nada en común, mas que ese morbo del tiempo y una historia imposible. Duerme demasiado. Y no sólo de noche, en su vida diaria, en su vida entera. Yo no soy tan angustiada pero me muevo mucho más. De ahí la primer destacable diferencia. Me desespera y me tranquliza que jamás habrá mayor vínculo entre él y yo.

Hoy ví un corto de un hombre murió el año pasado. Me gusta ver vínculos en los trabajos de las personas. En cosas que crean. Jamás veré algo más de él. Qué raro ni siquiera imaginarte cuando tu trabajo es el último. Pensar en que puedes hacer algo después. Ya no. Así de pronto. Sin sospechar. Tal vez yo ya fabriqué el último. Lo dudo como todos dudamos. Como si nunca nos fuéramos a morir.

Tuve un novio japonés hace unos años que me decía "mi reina" y desapareció completamente, así de la nada. Sospecho que se murió, porque tampoco nuestra amiga japonesa en común supo más de él. Y no hubo más que sus últimas palabras con deseos de verme en dos o tres días que llegaba de su viaje. Jamás supe más.

En los últimos dos días repetí comida japonesa dos veces. Una con alguien a quien extraño y me extraña, que me provoca cosas impensables y me cambia el ritmo cardíaco cada vez que lo veo. Otra con una amiga, una rica plática, whisky y una galleta de la suerte que decía: No deje que la duda y la sospecha entorpezcan su progreso.

Escuchando a Kraftwerk otra vez y cambiando dudas por certeza de que no voy pronto a Japón, ni a salvar delfines ni a obtener milisieverts, pero con la sospecha de ir algún otro lugar y el deseo grande de no dormir en el proceso.

5 de abril de 2011

Melange.


Me sorprendí, aunque no era inadvertido, cuando una mujer rubia me presumía lo buen doctor que es él, porque ya le había operado párpados, naríz, boobies, estómago y nalgas. Sí, se le notaba lo exageradamente bueno de su cuerpo en contraste con la flacidez de su piel y la edad que estaba rechinando con un freno de mano autoinducido. Me vió de arriba a abajo y me dijo: "Pues ahora sigues tú!" - ¿Yo? - me pregunté sarcásticamente. Me dió lástima y me reí, pero no le dije nada. Su esposo por otro lado, me tomó por la persona que "nuncavoyavolveraverenmividayaquienpuedoconfiarcualquiercosa" se floreó en celos al decirme que las mujeres se enamoran de quien las hace bonitas mientras ella admiraba esculturas desnudas con el doctor y se hacía la que no escuchaba. Estábamos a menos de metro y medio. Cuadros de desnudos perfectos. Nalgas de Da Vinci. Espejos gigantes. Sillones de piel. Un DJ que se contrató sólo porque la descripción de sus mezclas "sonaba muy cosmopolita". Risas extra nice. Pelos extra peinados. Tacones y corbatas. Estábamos en su consultorio. En la inauguración. Yo, que lo he visto hacer injertos de piel a un electrocutado, también tengo la impresión que es un buen doctor. La cirugía plástica y las muchas caras que conocemos. Pero me sentía inadaptada. Completamente incómoda. No entendí porqué me decían tantas cosas (porque me siguieron diciendo tantas cosas). Me empiné el vino, me despedí y salí huyendo.



Saqué la ficha 18, la 79. No sé porqué siempre se me graban los números de ficha que saco para cualquier cosa. Ya sabemos como funciona la mente de raro. Pero he visto a 3 máximos exponentes en cosas que me importan en la vida aunque ni lo han de saber. Juntos, improvisando algo. Sin querer. Países y continentes distintos, y la música y yo en común. Me he recargado de energía. Muerto de calor. Espero no volver a esos lugares. Al menos ni a la veterinaria, ni al consultorio. Ni a los errores de antes. Aunque no hay sospechas y los días siguen igual, y todo se mueve para el mismo lado. Sé para donde más o menos voy, aunque no tengo idea qué hay allá. Y cuando a veces veo a alguien lindo que me cuenta algo, puedo no escucharlo sólo por estarlo examinando detalladamente, sus ojos, su boca, su voz. Y después me meto en problemas.

18 de marzo de 2011

Shuffle.

Ay, los días de mezclas duras: esquivando a unos albañiles cruzando la calle como los beatles, adquiriendo unas macetas nuevas, bebiendo agua de guayaba con fresa, recordando a un hombre con nombre y actitud de animal, emborrachándome, teniendo ese extraño crush con el trasplantador de hígados, leyendo los tipos de hepatitis, escuchando un sonido de agua y viendo un remolino con hojas secas gigante con fondo del cielo naranja, evitando un internet borracho peligroso, leyendo noticias alarmantes, visitando a un hombre que confunde flores con animales, quitándome la ropa en privado y haciendo una triste colección de tragedias.

Días que odias por ser lo que odias, por hablar de lo que odias que hablen y por quejarte cuando odias a los que se quejan y ver a Estados Unidos echando a perder gente mandándolos a la guerra, cuando tienen la sociedad muy podrida (no wonder). Pero y qué importa todo esto? No existe la felicidad como tal, recordemos, y sigamos mezclando momentos duros y blandos. Ahora tengo una sensibilidad abierta como si mi cuerpo fuera un bosque. Podría llorar con tan sólo pensarlo. Y no reír tan fácilmente. No tan honestamente.






(Te extraño).

10 de marzo de 2011

No me apures.

Ahora voy a escribir sobre mí. Porque siento que llegué a un punto solemne. Tuvo que pasar una cosa insignificante, mal hecha, desvergonzada y medio inútil, pero sirvió de algo. Estuvo mal, pero estuvo bien. Tengo claridad en cosas que me angustiaban y eso me hace ver todo más desempañado. Este año he profundizado algunos pensamientos. He acompañado a gente muy cercana a hacer cosas que marcarán una cosa importante en sus vidas, y no precisamente cosas buenas. A mí me afecta de la manera buena, aprendo. Así que el estar sola en la casa reconforta mucho porque pienso y hablo sola. Y me quedo en silencio. Y pongo música a todo volumen. Como si tuviera más tiempo para mí y para llevar al cine a la gente por ejemplo. Y aunque odio a los humanos me gusta invitar a alguien al cine de pronto. Pero a veces también cancelo. No, no eres tú que pareces esto. Soy yo que soy yo. Punto. Ir sola al cine me encanta. Y no, no me sorprende lo que me dices. Y no estoy enojada contigo. Sólo ya no me sorprendes. Y me voy al cine porque quiero. A ver cualquier idiotez. El rito si quieren (qué porquería de mensajes católicos por cierto, pero que esperaba yo, si filmaron en el Vaticano). Cualquier idiotez. Bueno eso hago yo en esta vida corta. Idioteces, acompañamientos y más idioteces. Sin prisas. No hay mejor cosa que comerse un puré de camote al whisky y tener una cuenta en un bar. Ni que darse el lujo de comer con cuchara todo y empezar a cocinar como hombre. 

5 de marzo de 2011

Tomando distancia.

Que cada quien merece lo que le pasa, yo no sé nada de eso. No lo creo. Entonces nadie se sentiría jamás afortunado de algo. Y la gente que nace pobre y en situaciones desafortunadas propicias a las consecuencias terribles no quiere decir que sea mala. Que tenía que pasar, no. Las cosas pasan y ya. Se juntan a veces, pero no tienen significados tan elaborados, a mi manera de pensar. Será que me he convertido en una persona de ciencia 100%? Ya no me dan miedo las historias de fantasmas y apariciones. Ni el diablo, ni la oscuridad ni nada. Tengo la cabeza inyectada de frialdad. Aunque para cosas cercanas y reales, malas noticias y cosas que afectan a gente que tengo muy cerca, tengo la suficiente calidez para tomarlas y sentirlas. Pensarlas mientras voy a algún lado o espero en el banco. Me dan ganas de acercarme y preguntar. La confianza y (la a veces difícil) delicadeza.

Lo que sí creo que debería haber, es una seña internacional de: "No me digan nada." Olvidando los likes y las caritas tristes, un "no te atrevas a abrir la boca u oprimir cualquier tecla". Es terrible que cuando las peores cosas te suceden es cuando la gente más te quiere decir cosas. Cómo saben si no quieres ni siquiera acordarte? Si prefieres distraerte con cualquier otra cosa y recordar lo feo a solas, cuando tienes todo un castillo para correr, llorar y darte de topes. También sé que hay quien le gusta que le digan cosas. Y que a veces sí sirven ciertas palabras de ciertas personas diciendo ciertas cosas. No lo mismo de siempre, repetido. Algo real.

Yo también he sido imprudente. Cuando Luis me avisó que su mamá había muerto, dije: "ay, qué mal!". Pues claro. Qué mal. Ni modo que no. No tenía que decirlo. Gracias por avisar, punto. Lo siento. Lo siento Luis. Ya no sirve de nada y te hice ese momento un poco más miserable. Y no importa que ya pasaron muchos años. Ahora que he perdido gente más cercana, y que las cosas se ponen medio funky fuck, sé lo que se siente. Hay cosas que no quieres ni siquiera que te lo mencionen. Cállense. Qué imprudentes podemos ser...

13 de febrero de 2011

Mensaje porquería.

Hace poquísimo tiempo tuve la duda de estar en el mal lugar en el mal momento. La tuvimos los tres cuando la policía nos apuntaba. Sólo estábamos sentados, pero atrás de nosotros muchos hombres tenían look de que podrían tener culpas. Nos fuimos. Y luego volvimos a ese lugar aburrido y sospechoso, sede del crimen organizado, como tan de moda está. Y la gente nos creyó y nos dieron asilo y comida gratis por tres días. Dormimos en un altar. Y yo me desvestía atrás de la mesa del altar. Si supieran que el padre jamás supo ni nos recomendó, ni nos conoció tanto, y sobre todo que nos tomamos fotos como exorcistas usando sus crucifijos no sé como reaccionarían. Es como ser infiel, supongo. Mientras no se den cuenta y tengan otra idea en la cabeza que los haga felíz, todos estamos felices. Es salvarse. Es lograrlo. Una historia de "éxito" entre tanta mierda que hay en el país. Llévese uno de estos mensajes y muchos más en pergamino en la compra de unas joyas.

19 de enero de 2011

Causa de muerte natural.

Lei el mensaje con la noticia cuando salia del metro. Hace un dia, al
fin y apenas tuve el tiempo de salirme al balcon nevado a fumarme un cigarro
con lagrimas, a sentirlo ahora si bien, sacando humo de cigarro
y de frio, mojandome de lluvia y de lagrimas y dejandola ir, el ultimo
cigarro compartido con ella y un silencio comodo como eran siempre los
cigarros con ella. momentos pequenos pero super disfrutables. Siempre
me gusto hacerlo. Despues me tome una cerveza asiatica. despues
cenamos pollo al curry con arroz. la unica mala de la familia se
murio, yo quisiera morirme como ella.

Aqui las noches son profundas. descanso como si no hubiera manana.
Despierto hinchada de los ojos. Siempre me duermo a media noche o antes porque es
cansadisimo vivir aqui, asi. pero es lo que mas me gusta. Quisiera
trabajar aqui asi siempre. Me rio muchisimo. Fui a un restaurante nepali-japones y creo que vi a Murakami
ahi cenando solito y huyendo de las miradas de la gente. Se me quedaba viendo, pero igual y no era. me
gusta pensar que si.

Un dia fui a un lugar donde un te costaba 128 dolares. El
viernes vuelve a haber de esas tormentas silenciosas, hermosas.
Quiero ser un piloto. Perdon por la ortografia. Hoy no circulan los acentos.


6 de enero de 2011

Tiempos extras.

Es hora de dejar el vicio. Es hora de acercarse a la realidad de cosas profundas. Hora de enfrentar. Ni modo. Hora de meterse a la regadera fría a 4 grados bajo cero. De hacerles saber. Hora de entender. De hacer sonar el hipo fuerte y alto. De ver lo que significa estar encerrado en un mundo gigante. Llega la hora y nadie estamos preparados. Ese olor a cigarro en el baño no significa nada. Ni los hilos descosidos. Ni los hoyos de los zapatos. Las teclas rotas son nada. El error infame de despertar todos los días y no sólo algunos. La aburrición que se vuelve necesaria para hacer importantes los momentos importantes. Esto del tiempo que entre más pasa más rápido pasa. Y esto de nuestra putrefacción diaria. Se nos va acabando la máquina. Se van parando los engranes. Vamos quedándonos tan solos. Tan impotentes. Vamos a ir terminándonos así. Poco a poco. O rápido. Como saber cuando es la última vez que te pones esta ropa. Y cuando sabes que no quieres que te vuelvan a ver. Y cuando sabes que es el final. Y cuando realmente lo es. Y ahí estás. Desgarrándote. Degradándote. Con los ojos de los desconocidos encima. Y tan triste es que nadie quiera usar un petate para tí. Que no cumplan tu deseo real para tirate a la basura. Que a veces no necesitas nada. Que nunca necesitamos nada y que nada sirve de nada. Y que nadie se va a dar cuenta mas que los que están en este mismo camino. Y tan temida la muerte que es y a mi se me hace que como deseamos vivir también deseamos morir, pues lo importante no es como lo veas, sino a dónde llega todo. Si no para qué anda haciendo uno pendejadas. Nada de esto importa tampoco, pero estoy viéndolo cerca. Viéndola tan cercana, tan enfadada de vivir y que nadie se atreve a decirlo. Y la quiero tanto, y la voy a extrañar tanto, y por eso ya no quiero que sufra. Que la entuben. Que le echen ganas para mantenerla viva. Ya déjenla. Ya no quiere. Ya casi no puede. Y nadie la quiere dejar ir en paz. Gástense y gástense millones. No tengo poder de decisión ahí. Yo le dí un beso cuando la ví. Y ya la dejé ir en paz. Ya no me parece ni sensato seguir viéndola así. Tal vez ya ni ella se da tanta cuenta, y si sí, qué le va a importar. Si lo único que queremos hacer, ya no lo podemos hacer. Ahora el silencio se comparte de lejos. Vámonos de viaje todos. Y no volvamos jamás.