6 de enero de 2011

Tiempos extras.

Es hora de dejar el vicio. Es hora de acercarse a la realidad de cosas profundas. Hora de enfrentar. Ni modo. Hora de meterse a la regadera fría a 4 grados bajo cero. De hacerles saber. Hora de entender. De hacer sonar el hipo fuerte y alto. De ver lo que significa estar encerrado en un mundo gigante. Llega la hora y nadie estamos preparados. Ese olor a cigarro en el baño no significa nada. Ni los hilos descosidos. Ni los hoyos de los zapatos. Las teclas rotas son nada. El error infame de despertar todos los días y no sólo algunos. La aburrición que se vuelve necesaria para hacer importantes los momentos importantes. Esto del tiempo que entre más pasa más rápido pasa. Y esto de nuestra putrefacción diaria. Se nos va acabando la máquina. Se van parando los engranes. Vamos quedándonos tan solos. Tan impotentes. Vamos a ir terminándonos así. Poco a poco. O rápido. Como saber cuando es la última vez que te pones esta ropa. Y cuando sabes que no quieres que te vuelvan a ver. Y cuando sabes que es el final. Y cuando realmente lo es. Y ahí estás. Desgarrándote. Degradándote. Con los ojos de los desconocidos encima. Y tan triste es que nadie quiera usar un petate para tí. Que no cumplan tu deseo real para tirate a la basura. Que a veces no necesitas nada. Que nunca necesitamos nada y que nada sirve de nada. Y que nadie se va a dar cuenta mas que los que están en este mismo camino. Y tan temida la muerte que es y a mi se me hace que como deseamos vivir también deseamos morir, pues lo importante no es como lo veas, sino a dónde llega todo. Si no para qué anda haciendo uno pendejadas. Nada de esto importa tampoco, pero estoy viéndolo cerca. Viéndola tan cercana, tan enfadada de vivir y que nadie se atreve a decirlo. Y la quiero tanto, y la voy a extrañar tanto, y por eso ya no quiero que sufra. Que la entuben. Que le echen ganas para mantenerla viva. Ya déjenla. Ya no quiere. Ya casi no puede. Y nadie la quiere dejar ir en paz. Gástense y gástense millones. No tengo poder de decisión ahí. Yo le dí un beso cuando la ví. Y ya la dejé ir en paz. Ya no me parece ni sensato seguir viéndola así. Tal vez ya ni ella se da tanta cuenta, y si sí, qué le va a importar. Si lo único que queremos hacer, ya no lo podemos hacer. Ahora el silencio se comparte de lejos. Vámonos de viaje todos. Y no volvamos jamás.

1 comentario: