6 de diciembre de 2011

Libros y cadáveres.

Cualquier párrafo, sonido, palabra, pensamiento, beso, llamada, están provocándole quassi-explosiones a mis venas gordas y calientes. Es algo parecido a una prisa por dejar de sentir cualquier cosa, todo. Avant-Zukunft en el nivel más personal. Me siento como un animal rabioso con los ojos tapados perdido por un bosque plácido y desnudo, tropezándome con pantanos exquisitos, rasguñándome con las ramas pulmones y cayéndome a los hoyos obstáculos. Altas y bajas entremezcladas, carencias y abundancias de todo. Al mismo tiempo deseando que nunca me destapen los ojos, pero ya escucho a los humanos venir por mí, armados hasta los dientes para cazarme y meterme por la fuerza a un mundo donde no hay hiperactividad, ni trabajo, ni rollos, ni árboles, ni pantanos ni pulmones ni obstáculos. Pero no me van a matar. Me van a dejar vivir las vacaciones más aburridas y sádicas del mundo, con los ojos destapados mirando, leyendo las noticias de los nuevos muertos.

Pero ver las noticias entretiene mucho, con todo venas hinchadas, es casi como leer un libro eterno. ¿Dónde y cómo y cuando se irá a acabar?

El título de este post es por las faltas y abundancias entremezcladas que pasan todo el tiempo, más últimamente acá. Hay tantos y faltan tantos de los dos... , como dijo un letrero de esa librería que se ha puesto de moda aunque no quiera mencionarla: si la letra con sangre entra, el país debe estar leyendo mucho.

Recomiendo, salir a los parques a respirar y dormir una siesta, levantar las piernas para que baje la sangre o caminar por el parque con los ojos tapados.


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