18 de marzo de 2011

Shuffle.

Ay, los días de mezclas duras: esquivando a unos albañiles cruzando la calle como los beatles, adquiriendo unas macetas nuevas, bebiendo agua de guayaba con fresa, recordando a un hombre con nombre y actitud de animal, emborrachándome, teniendo ese extraño crush con el trasplantador de hígados, leyendo los tipos de hepatitis, escuchando un sonido de agua y viendo un remolino con hojas secas gigante con fondo del cielo naranja, evitando un internet borracho peligroso, leyendo noticias alarmantes, visitando a un hombre que confunde flores con animales, quitándome la ropa en privado y haciendo una triste colección de tragedias.

Días que odias por ser lo que odias, por hablar de lo que odias que hablen y por quejarte cuando odias a los que se quejan y ver a Estados Unidos echando a perder gente mandándolos a la guerra, cuando tienen la sociedad muy podrida (no wonder). Pero y qué importa todo esto? No existe la felicidad como tal, recordemos, y sigamos mezclando momentos duros y blandos. Ahora tengo una sensibilidad abierta como si mi cuerpo fuera un bosque. Podría llorar con tan sólo pensarlo. Y no reír tan fácilmente. No tan honestamente.






(Te extraño).

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