5 de abril de 2021

Tonelada fantasma.

Me anestesiaron el brazo metiéndome unas agujas a los nervios para apagarlos un lunes a las 8 de la mañana en un quirófano con ventanas al exterior donde se veían las copas de los árboles sin hojas, un reloj de una iglesia y algunos pajaritos volando. Lo último que dolieron fueron esos piquetes y ni cuenta me di a qué hora se estiró mi brazo ni cómo abrieron mi piel.

Mi cerebro cachó algo de la anestesia también y amaneció otra vez en mi cuarto de hospital, conectada a antibióticos y suero. Me baja la presión y oxígeno. Recuerdo que fue mi dedo el protagonista de todo esto.

Siento que mi brazo está arriba no lo veo, veo un brazo que sale de mi abajo, colgando, muerto. Una prótesis humana. Lo toco y no es mío. No se mueve, no vive. Toco esos dedos ajenos, calentitos, hinchados, suaves. Así que así se siente mi piel. Trato de cargarlo para moverlo de posición y pesa una tonelada. Pero mi brazo fantasma está en otra posición y tengo comezón. Rasco el brazo cadáver y no sirve de nada. El espejo está demasiado lejos para probar si funciona.

Pienso inevitablemente en mi futuro cadáver. Alguien va a tocar mi cadáver. Alguien va a cargar mis toneladas enteras, a tocar mi piel, a sentir la falta de movimiento, de vida. Seguro serán desconocidos que si hoy me ven, no me tocan porque vivo. Me tocarán sin saber que ya he pensado y descrito ese momento. Muchas veces en mi vida. Desde que me rayaba el cuerpo con plumones saludando a los señores del SEMEFO. Me tocarán sin saber la fascinación que siento hacia el cuerpo, sin saber que les quiero preguntar sobre cómo quedé, sin censura, si me sacaron órganos, si quedé deshecha, si fue muerte natural, si me suicidé. Si la mueca en mi cara es feliz o asustada o triste. 

Pero regreso a la realidad y sigo viva en el hospital. No sé cuánto falta para que alguien prepare mi cuerpo. Para saber si se queda por unos instantes ese fantasma sin peso, sin existencia de uno mismo. De todo el ser, sin ser. Y cómo se siente no sentir, que todo se acaba. Intento mover los dedos y por fin siento cosquillas y desaparece ese brazo imaginario y la pesadez. Lo cadavérico. Y entonces se siente poco a poco como se forma en cámara lenta la futura cicatriz de mi primera cirugía de mi vida.

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