6 de diciembre de 2010

Cosas incómodas.

Estoy usando cobijas de franela, edredón de plumas y tengo ganas de incendiar un árbol dentro de mi cuarto, hay una revolución dentro de mi cuerpo que me pide a gritos que haga no sé qué, tengo unas ganas de dormir para siempre y tirarme a ver películas por el resto de mi vida. De ignorar todo y a todos. He trabajado sin parar en los últimos años, sin vacaciones, ahora quiero parar. Hoy ni siquiera prendí mi computadora, sólo salí al parque (a enterrar un animal muerto, por cierto) y casi ni me quito las cobijas de encima. Tiene que ver con hace 5 años. Me recuerda a la noche más fría de mi vida en una tormenta, en un ataúd de nylon recién caída al río, me recuerda al tobogán de emociones aquel invierno infelíz, a esos días anteriores a aquellos en los que me emocionaba arreglarme y salir sola a beber como si fuera un ride al infinito. Me recuerda a mí. En momentos tan bajos, vulnerables, incómodos que a la vez recuerdo tan placenteramente.

Tampoco le veo mucho futuro a mi estado sedentario. Todos mis adjetivos con sufijos "oholismos" se ven reflejados tarde o temprano en el promedio de actividades de algún día normal. Tampoco soy tan junkie. También lo estoy negando. Y ahora, me voy al cine, en mi primer salida formal de este día. Y todavía dudo si bañarme o no.

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