27 de enero de 2010

En movimiento.

Una imágen de video o cine fija hecha con cámara en mano da la sensación de estar flotando en el aire o en el mar. Se siente la velocidad de la sangre, la cadencia de la respiración, la fusión de un ser vivo animando a una bola de circuitos mecánicos que captan lo que uno encuadra. Se registra la trayectoria de la oscilación periódica del medio físico que lo hace suceder. La cabeza contra el cuerpo con la máquina. Se vuelve uno mismo. Se mantiene fijo. Y resulta tan fijo como un cuerpo vivo dormido tirado en el asfalto. Su piel se mueve. Sus vísceras siguen trabajando. Tiembla rítmicamente con la energía que sale de él. Una sensación natural. Aparato orgánico. El cuadro rígido bailando la música del cuerpo que la sostiene. Me encantan esas imágenes. Hacerlas y verlas. Qué cursi, qué barbaridad. Pero siento desde el estómago esa sensación en este instante. Siento mucho. Y justo estoy donde puedo escribirlo. Viendo Ballena Gris de Ariel Guzik. Qué sonrisa me sacó.



"Cuando algo vibra, busca propagar su efecto.
Cuando encuentra resonancia, se expande.
Lo que vibra y lo que resuena se integran mientras despliegan en el tiempo un velo de vibraciones y palpitaciones;  se intermodulan: se suman y se multiplican. Establecen una forma de orden que se opone - unas veces como vibración simple y otras cristalizándose en forma material- a sus contrapartes primordiales:
el antagonismo y el ruido."

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario